Congelada



sigo viva



No sé qué escribir. Desde que caí en cuenta de que estamos en una pandemia, no me he sentado con mi escritora. He escrito canciones, sonetos, poemas... Pero no hemos hablado aquí, en el blog. Aquí no hay reglas, entonces todo es más difícil. Nadie me dice cuántos versos, cuántas rimas, cuántas estrofas.


No estaba preparada para intentar comprender esta situación del mundo enfrentando el vacío de la hoja en blanco que no ofrece ningún camino. No estaba preparada para descongelar el hielo detrás del que me escondía. Sabía que abajo me esperaba un mar de lágrimas, remolinos internos y quién sabe cuántos demonios y miedos. No quise saltar a la página de mi blog para hablar del apocalipsis.


Necesitaba abordarlo desde melodías (esos hermosos relieves cuyo significado está en un plano distinto al racional)... Escapé de la realidad, levité por unas calles de cuento, evité las noticias, evité el calendario, me subí sobre las alas de los poemas de mis amigos. Me sumergí en un mar helado de Escandinavia, para asegurarme de que seguía viva.


No sé qué escribir. ¿Sobre la suerte que tengo, mientras el mundo está en un momento tan difícil, o sobre lo incierto que es mi futuro? Ambas cosas son ciertas. ¿Sobre como vivir se ha convertido en un acto reprochable, o sobre el civismo y la preocupación por la comunidad como un todo? ¿Sobre lo extraño que es un mundo donde todos tienen máscaras o sobre cualquier otra cosa, como si no me importara en absoluto la realidad?


Como no sé qué escribir, voy a dejar a mis dedos elegir las palabras. Pueden describir lo que está pasando en mi cuerpo. Mis párpados que piden una siesta, mis piernas que piden que cambie de posición, mi espalda que aunque recta, empieza a unirse a la huelga por la siesta. Estoy en un lugar que vi por primera vez en una imagen en el computador. Es igual a las imágenes, pero no. Como ocurre con todos los lugares...


Todo es un silencio incompleto. El computador tiene ese sonidito al que uno se acostumbra y deja de escuchar. Mis dedos suenan mientras se pasean por el teclado...


Me he quedado dormida. Ya me he despertado después de la siesta.


Tengo algunos pendientes que cuesta terminar. La incertidumbre se hace cada vez más difícil de ignorar. Necesito un café. Necesito un descanso. Es viernes. Es primavera. Sigo en la tierra de Santa Claus, mientras los cerezos siguen floreciendo, los árboles cambian de café a verde, las nubes abandonan el cielo, los días se alargan, las noches se achican, y los aeropuertos siguen cerrados.