No recuerdo estar nunca en un lado de un debate por más de un día. Guardo la carta que me escribieron mis compañeras de colegio, cuando el salón se dividió en dos: las "nerditas" y las "grillas", así se llamaban a sí mismas. Y yo, las quería a todas y ninguno de los dos grupos era "mi" grupo.
Me puse a llorar en la mitad del salón. Y ellas me decían que me querían mucho, así fuera amiga de las otras.
Y así, aunque menos dramático, es siempre.
La gente se pone a un lado del espectro político, económico, moral, histórico, estético, religioso... con mucha facilidad y pasión, y yo...
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